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martes, 15 de marzo de 2016

DESIERTO FLORIDO - De MÍO ARAUJO



            DESIERTO FLORIDO

            La palabra que sustenta


Por Ingrid Odgers Toloza

En Desierto florido de Mío Araujo, encontramos la delicadeza de la palabra, pero a su vez, una palabra cargada de significado, en una actitud lírica enunciativa, donde  el hablante toma la posición del observador y su discurso es fundamentalmente la descripción, pero no una cualquiera, sino que utilizando una expresión poética con densidad, es decir, una palabra que posee a la conciencia más intensa que tiene de sí el instante, la voz poética disfruta plácidamente en dicho intervalo.

Es esta una voz serena, donde se han aplacado las tormentas del alma, como nos dice el gran Octavio Paz:

La poesía se emplea para aplacar las tormentas del alma, redimir a una mujer o un hombre o llenar el corazón de ese sentimiento llamado amor. Puede, en dosis bien servidas, alimentar el espíritu, asustar una soledad y alejar una tristeza.

Araujo, se desplaza con gracia, como profesora de Literatura que es,  con atención al lenguaje mismo, en poemas breves, concisos, a veces crípticos, siguiendo la voluntad del hablante.

El poemario se sustenta en un reproche pacífico, quieto, presente principalmente en el poema Moneda:
allá
a los pies del planeta
donde sé que existes
el cielo tiene
una cruz de estrellas en el pecho y
la ciudad principal muestra
amputaciones de vocales
mucha k                 muchos puntitos sobre úes
Poco ehue     poco rayén y
Un haz de unicelulares
impone su lengua y su ley
desde
una moneda


La autora presenta una escritura templada, quieta, carente de violencia, ira o disgusto, de hondo significado y  a veces, críptica.

¡Con  qué delicadeza nos habla de  la injusticia!
¡Con qué delicadeza nos habla de la esclavitud actual!

¿Quién no es esclavo y quién no es manejado por un pequeño grupo de poder?

Representa por cierto a una multitud de cautivos que quieren surgir, ver nuevos caminos, nuevas rutas, pero quedan estancados en la forma, principalmente en la falta de unidad. No es el caso de este poemario donde existe equilibrio entre la forma y el contenido, hay una perfecta comunión.

Mío Araujo logra en “Desierto florido”,  someter  la palabra, encumbrarla y escribirla con inusual sencillez y claridad. Con una cosmovisión reflexiva, serena  y  con una inteligente protesta ante los hechos de iniquidad, despedida o abandono, se goza en los colores infinitos del desierto. Hay un  abanico multicolor en la vasta soledad del desierto y eso al fin y al cabo, es lo que cuenta. Podemos, entonces seguir soñando con mejores días. La palabra nos sustenta.

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